Empatía en tiempos de distanciamiento social

El concepto de comunidad toma mucho sentido actualmente en el contexto de pandemia en el que vivimos. Tomaremos el concepto de comunidad en el sentido más amplio, como un grupo de personas que viven juntos bajos ciertas reglas y tienen metas o intereses en común. Para combatir el coronavirus se han decretado reglas nuevas y disruptivas, tales como el uso de mascarilla obligatorio, o las cuarentenas localizadas. Esto se surge como respuesta a la meta, objetivo o quizás la fantasía que se tiene: acabar lo antes posible con el virus para poder seguir adelante con y volver a la normalidad conocida.

Durante las semanas que han transcurrido desde el inicio del brote, se han visto varios ejemplos de distintas campañas que han ayudado, no solo a controlar el virus, sino que también a crecer como comunidad tomando un giro más empático y solidario. Un ejemplo de campaña asociada a estos dos últimos términos es: #QUEDATEENCASA. 

Esta campaña nace de las redes sociales con el objetivo de motivar a la gente a no salir. Se busca así evitar la propagación exponencial del Covid-19 y que éste colapse los sistemas de salud. Estas también nacen con un objetivo más específico, que es evitar que se infecten las personas pertenecientes a grupos de riesgo, en quienes el virus fácilmente se puede volver letal. 

Uno de los términos que mencionamos anteriormente, y que es sumamente importante en estos momentos, es el de empatía. Jeremy Rifkin (2014) lo define como “esta capacidad fisiológica de experimentar al otro como si fuéramos nosotros, sentir su alegría, su vergüenza, su asco, su sufrimiento, y su temor” agregando que esto “es lo que nos hace seres sociales” (p. 343-344). A esto también agrega que “si nuestra verdadera naturaleza como especie fuera predadora, violenta, agresiva, volátil, e incluso monstruosa, ya haría mucho tiempo que nos habríamos extinguido” (p.371). 

En las palabras de Rifkin estadounidense se explica porque nos hemos comportado como lo hemos hecho durante la pandemia. Y, a la vez, de algún modo pronostica el surgimiento “victorioso” de la humanidad frente al virus actual. Frente a esto cabe preguntarse; ¿La pandemia marcará un antes y un después o seguirá el mundo tal cual como estaba? ¿Seguirá el consumismo tan arraigado en nuestra cultura? ¿Daremos más valor a las interacciones interpersonales? ¿Qué sucederá con todo el desarrollo de comunidad que se ha logrado una vez que se acabe esta pandemia?

 Respondiendo las primeras tres preguntas, al salir de la pandemia efectivamente se podría marcar un hito en la historia de la humanidad, replanteando nuestras prioridades. Citando nuevamente al sociólogo estadounidense “el ser humano no se guía por el deseo insaciable de posesiones materiales como los economistas quieren hacernos creer, sino por el deseo de formar vínculos sociales. (…) Las cosas que más queremos son infinitamente abundantes: amor, aceptación y reconocimiento de nuestra humanidad” (Rifkin, p.349).  Esto se puede ver evidenciado en un gran sector de la sociedad que anhela reunirse con sus cercanos, salir de sus casas y vincularse con otros. 

 Estas son algunas de las respuestas más positivas respecto a lo que puede ocurrir en un futuro, pero también cabe preguntarse si actualmente la sociedad está siendo capaz de sobrellevar el distanciamiento social de una manera que resguarde el capital social. 

Este último concepto, de capital social, resume la importancia de las interacciones sociales, de las redes que generamos y de sus frutos. Según Bernardo Kliksberg (1999), este capital se da en “redes sociales basadas en principios de confianza, reciprocidad y normas de acción” (p.88), es un recurso ilimitado y que aumenta con su uso. Agregando luego que este “contribuye de manera importante a estimular la solidaridad y a superar las fallas del mercado a través de acciones colectivas y del uso comunitario de recursos” (p.88) . 

Antes que todo, queremos hacer una distinción entre las distintas redes sociales, por lo que otorgaremos “apellidos”. Por una parte, están las redes sociales tradicionales, aquellas que están compuestas, según lo que menciona César Hidalgo(2017), “por cúmulos de personas similares, que, a menudo poseen conocimiento e información que se solapa” (p.132), estas cuentan con lazos entre personas con intereses parecidos, grupos de amigos comunes que se mueven en círculos similares. Y en segundo lugar están redes sociales digitales, aquellas que se insertan en la web, tales como Facebook, Instagram, Twitter Tiktok, entre otros. 

Frente a esto, cabe preguntarse si las redes sociales tradicionales se pueden dar en el espacio de las digitales de la misma manera. Con esto nos referimos a que, si bien dan herramientas que parecen cumplir con esta ampliación de redes comunitarias, ¿Son estas realmente ideales para cumplir con los mínimos necesarios para la confianza? ¿La empatía se puede lograr desde detrás de una pantalla? ¿Cómo se verá afectado el capital social una vez que se pueda retornar a una nueva normalidad?

Por una parte, se puede creer que durante la pandemia, las comunidades sigan evolucionando y adaptándose, generando lazos cada vez más fuertes y con el mismo ambiente de confianza. Esto se le puede atribuir a lo que Hidalgo rescata de la confianza, la cual “proporciona un mecanismo no contractual, (…) altamente eficiente. (…) Que permite la formación de redes más grandes” (p.136). Esta también trae un vínculo circular, ya que “la confianza facilita las redes, pero las redes también facilitan la confianza” (p.138) Por lo que, si se mantiene la confianza, las redes deberían mantenerse fuertes y viceversa.

Viene un gran desafío por delante, pero en palabras de Peter Sloterdijk (2019), quien hace una clara referencia a la colaboración extraída del modelo siliconiano, “proyectistas, arquitectos e ingenieros, tomad la iniciativa. Poneos manos a la obra y, sobre todo, trabajad juntos y no ocultes nada uno a otro, y no intenteis ganar a costa de los demás” (p.19).

 

Bibliografía:

Hidalgo, C. (2017). El triunfo de la información.  La evolución del orden: de los átomos a las economías. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial.

Kliksberg, B. (1999). Capital social y cultura, claves esenciales del desarrollo. Revista de la Cepal, 69, 85-102.

Rifkin, J. (2014). La sociedad de coste marginal cero. El internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. Buenos Aires: Paidós.

Sloterdijk, P. (2018). ¿Qué sucedió en el Siglo XX?. Madrid: Ediciones Siruela.

 

14 comments

  1. Ignacia e Ignacio, importante tema el que plantean. Empatía en tiempos de pandemia suena casi contradictorio, no sabemos si lo que estamos viviendo es una solidaridad auténtica o es una reacción de las personas frente al miedo. Claramente esto da para un estudio. ¿Cómo funcionan las neuronas espejo frente a una pantalla o cuál es su especificidad en la copresencia? Me pregunto cómo medir la empatía, pues no bastaría esta con el solo acto de quedarse en casa. Por otro lado, hablar de redes digitales es muy amplio, en este sentido les pregunto, ¿qué tipo de acciones en las redes sociales denotan mayor o menor nivel de empatía? ¿Cómo podríamos clasificar diversos actos del hecho de compartir? ¿Qué distinciones podrían mencionar entre plataformas? Saludos.

    1. Quizás es difícil medir la “cantidad de empatía” porque es un concepto abstracto en donde no se han definido reglas que lo puedan cuantificar, no esta igual de definido que la maldad la cual por ejemplo decidimos como sociedad que robar es menos malo que matar a una persona, pero si podemos cuantificar los actos de empatía frente a las otras personas que sin lugar a duda se han expresado a nivel global mas de lo que nunca antes se ha visto en la historia de la humanidad. Sumado a los incidentes que están pasando en E.E.U.U que por ejemplo en Instagram vimos ayer que demasiada gente se adhirió a publicar una foto negra como símbolo de apoyo lo que denota empatía por la causa.

      No entiendo a q se refiere con clasificar los actos de compartir pero nuestro lo que nos referimos en el texto era mas bien no compartir en términos materiales sino con acciones o gestos que ayuden a mejorar el avance de las comunidades hacia un desarrollo sostenible.

    2. Respecto a lo que plantea sobre las acciones que denotan mayor o menor empatía en redes sociales, creo que con la situación actual en cuanto a las protestas en contra la discriminación racial, se han dado discusiones en torno a que compartir o no. Los juicios morales no han dejado las redes sociales en los últimos días.
      Creo que de realizarse un estudio sobre la clasificación en nivel de empatía de una publicación es necesario saber que hay detrás de este. Saber las motivaciones de las personas que comparten tal vez una foto en negro, hay acaso un auténtico deseo de ayudar y apoyar al movimiento, conozco sobre lo que estoy compartiendo. Definitivamente no es una tarea fácil. Las motivaciones de las personas no son medibles de manera simple. Pero la autenticidad de la empatía es también es difícil de reconocer. La tarea se torna aún más complicada en cuanto se consideran las distintas redes sociales, como twitter con su rapidez, o Instagram con sus apariencias.

  2. Estimad@s Ignacia e Ignacio, tengo varias dudas que me surgen al respecto a su post. Siempre me ha gustado el concepto de empatía, encuentro que conlleva un doble trabajo importantísimo que no se debe olvidar. Es un constante ver a un otro, verme a mi y reconocernos a ambos como iguales vivientes y sufrientes. En estos contextos de pandemia, sí creo que se ha relevado a la empatía como agente para aplanar la curva, pero no creo que por ello se tenga al consumismo y/o al capitalismo de antagonista. Es más, creo que las redes sociales digitales utilizan esta búsqueda de empatía como slogan, asímisismo las aplicacones de delivery y muchas más: “Comprar para ser empátic@”. Creo definitivamente que el mundo post pandemia tendrá que cambiar, y espero que los actuales cuestionamientos al mercado sirvan para ello, pero se me hace difícil pensar en el camino a un procomún colaborativo tan consciente.
    Gracias por su post. Saludos

    1. Muy buen punto lo del eslogan “comprar para ser empátic@” porque quizás eso es justo lo que necesitamos por mas contradictorio que suene, refiriéndome no a comprar demás sino mas bien a “comprar de manera empática” y de a poco crearon mercado consciente.

  3. Ignacia e Ignacio, me parece muy interesante su post. Al respecto, creo que es relevante retomar una cuestión planteada en el primer párrafo, relativa al concepto de comunidad. Si bien ustedes consideran la comunidad de manera amplia, creo que acotar algunas precisiones más específicas pueden ser útiles para entender la posibilidad de la empatía en la pandemia. En esta línea, diversos autores (desde Aristóteles hasta el sociólogo argentino Ezequiel Ander-Egg) han reflexionado sobre las características distintivas de la comunidad. Sin embargo, es probablemente el trabajo del sociólogo alemán Ferdinand Tönnies el más influyente en esta materia. Este autor contrasta a la comunidad (Gemeinschaft) con la sociedad (Gesellschaft), concluyendo (a grandes rasgos) que el tipo de vínculos que se forman en una y en la otra son diferentes. De tal manera, mientras que en la comunidad prima una actitud de afecto, amor, amistad y comprensión, en la sociedad existiría una preponderancia del egoísmo, la vanidad y la ambición. Me parece que bajo este esquema, es evidente que la empatía (como ustedes muy bien la describen) es más probable en una comunidad que en una sociedad. En este sentido, es un acierto de ustedes como autores haber utilizado el concepto de comunidad y no otro.
    Ahora bien, de lo anterior surge una interrogante: ¿es posible decir que la vida social que tenemos hoy en día, es semejante a una comunidad? Personalmente, tiendo a creer que no, pero reconozco que es una reflexión abierta. Me parece que esta reflexión genera un desafío mayor a la posibilidad de que exista empatía social.
    Si les interesa continuar esta reflexión, les dejo como insumo un breve artículo de Wolfgang Schluchter, eminencia de la sociología contemporánea, en el cual introduce la distinción de Tönnies que les mencioné.

      1. Si exacto, muy buen aporte ya que quizás sociedad es muy amplio y referirse a la comunidad lo hace mas tangible en el sentido de que lo que se expresa en el texto es lograble y sobre todo posible desde una mirada optimista y determinación.

  4. Ignacio e Ignacia, muchas gracias por introducir el tema de la empatía en tiempos de pandemia. Personalmente le he esta dando mucha vuelta, y creo que efectivamente este crisis nos recuerda que somos animales sociales: qué necesitamos de la compañía de otros y cohabitar espacios comunes. Asimismo, nos recuerdo que dicha condición social implica también una dependencia. Hoy la salud mundial depende del cuidado mutuo, del respeto por el otro, y del resguardo colectivo. De una u otra forma, el Covid-19 nos recuerda que como animales sociales somos capaces de ayudar y de dañar a otros. En ese sentido creo que la empatía, juego un papel clave. Personalmente creo que la real solidaridad practica, requiere de lo que llamamos la co-presencialidad. Es decir, creo que seria difícil generar una real empatía solamente por medios digitales. Sin embargo, creo que hoy de todas formas pueden contribuir, sobre todo contribuir en el poder acceder al otro, concoer su realidad, y en ese sentido, poder “mirarnos y reconocernos”.

    De todas maneras creo que el futuro después de esta pandemia tendrá que ser un futuro mas empatico, un futuro en donde nos repensemos desde lo colectivo. En ese sentido, creo que las redes sociales contribuyen a romper barreras, y ha facilitar en ciertos sentido la capacidad de ver el otro, entender la realidad del otro, y desarrollar dicha empatia.

    1. Muy buen aporte, ese era el objetivo del texto y ojalá que esta pandemia marque un antes y un después hacia una sociedad con más empatía.

  5. Hola Ignacia e Ignacio. Me gustó el post y me encantó el video sobre la empatía. Creo que esto es un punto importante dentro de la batalla contra el COVID-19 y siento que nos afecta a nosotros como estudiantes directamente. Se han tenido que tomar medidas drásticas respecto al semestre académico, ya que la modalidad online a muchos de los y las estudiantes se les hace difícil el proceso de aprendizaje a través de este. En un comienzo yo no entendía las complicaciones de mis compañeros y compañeras, para mi es mucho más cómodo ver las clases desde mi casa y rendir evaluaciones desde el computador. Pero me fui familiarizando con el asunto y me di cuenta de que yo estoy en una situación privilegiada, donde tengo un computador para mi, vivo solo con una persona más y mi conexión a internet es relativamente estable. Empatizar con mis compañeros y compañeras me ha servido para entender y apoyar sus peticiones y demandas para aligerar la carga académica que a muchos y muchas se les hace muy pesada.

    Ahora, desde un punto de vista mas general, es cierto que la difusión por redes sociales ha servido para generar conciencia, sin embargo, esto tiene sus límites, pues tenemos figuras con alto impacto social como lo es Joe Rogan, quien se dedica a hacer podcasts con una gran variedad de invitados y en varios ha expresado su opinión sobre el COVID-19, diciendo que las medidas son ridículas y que debería estar permitido salir y no utilizar máscaras. Mucha gente en Estados Unidos cree lo mismo. Hay estados completos que incluso han decidido comenzar a permitir eventos deportivos y otros tipos de juntas sociales, a media capacidad, pero eso creo yo que es negligente, sobretodo teniendo en cuenta que Estados Unidos tiene una enorme cantidad de contagiados. Esperemos que más personas alrededor del mundo puedan empatizar con la situación para poder salir pronto de esta crisis. Muchas gracias por el post. Saludos.

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